El modelo de rentas cortas ofrece un potencial de ingresos significativamente mayor que el alquiler tradicional (ej., duplicando la renta mensual de una propiedad), gracias a la flexibilidad para ajustar tarifas por demanda y temporada. Las propiedades más atractivas para este mercado se caracterizan por su ubicación estratégica (ej., Chapinero en Bogotá, El Poblado en Medellín), amenidades valoradas (Wi-Fi rápido, cocina, estacionamiento) y un diseño interior funcional y estético.
El sector está experimentando una notable profesionalización, con la aparición de gestores especializados, inversión en diseño de alta calidad y el desarrollo de proyectos híbridos (con servicios hoteleros y ventajas de apartamento). Esto intensifica la competencia y favorece a los operadores de gran volumen. Para pequeños inversionistas, surgen modelos como las fracciones inmobiliarias (inversión desde $50 USD con rendimientos pasivos), proyectos con vocación turística (apartamentos tipo loft con servicios hoteleros) y el coliving (espacios compartidos para nómadas digitales).
En cuanto a consideraciones tributarias, las rentas cortas están sujetas a IVA (19%) e Impuesto de Renta. La venta de inmuebles antes de dos años de posesión genera renta ordinaria (hasta 39%), mientras que después de dos años, la utilidad es ganancia ocasional (15%, con posibles exenciones). La tecnología es clave en este mercado, no solo facilitando la oferta y demanda (Airbnb, Booking) y la toma de decisiones (PriceLabs), sino también democratizando la inversión a través de la tokenización y las fracciones inmobiliarias, permitiendo a pequeños inversionistas acceder a propiedades de alto valor y obtener rendimientos pasivos.
La mayor rentabilidad de las rentas cortas viene acompañada de mayores costos de gestión (limpieza, check-in/out, comisiones de plataforma) e impuestos adicionales, lo que exige una gestión activa o profesionalizada.